Ahead: del inglés. Adelante, al frente, el poder ver más allá.

La creciente búsqueda de mejorar el bienestar de las personas inmersas en diversos procesos dentro de los entornos sociosanitarios destaca la necesidad de reconsiderar cómo llevamos a cabo una arquitectura consciente y de calidad.

Sin embargo, surge la pregunta de cómo lograrlo, de qué manera y bajo qué lineamientos.

En un mundo saturado de información y diversas fuentes para acceder a ella, a menudo nos encontramos con documentos que emplean términos como «deber», «obligación» y «compromiso» para prescribir un diseño específico. Esto puede sonar casi dogmático (enseñar, no predicar).

El desafío se presenta cuando nos enfrentamos a situaciones complejas que nos impiden cumplir con esos deberes. En ocasiones, las normativas prevalecen; otras veces, las necesidades específicas del cliente o limitaciones económicas entran en juego. Ante esta realidad, es probable experimentar sensaciones desagradables como frustración o limitaciones en el hacer. Sin embargo, es mediante la flexibilización de nuestro pensamiento y enfoques que podemos generar preguntas, atravesar “crisis” y buscar perspectivas alternativas. Esto fomenta el debate, el intercambio de ideas entre colegas y la creación de nuevos enfoques, permitiendo abordar sesgos y hacer que nuestro trabajo sea más objetivo y tenga un mayor alcance.

En este contexto, proponemos introducir el concepto de «pensamiento crítico» [1] [2] [3] y valorar su contribución positiva en los procesos de diseño. Según, Jacques Boisvert[4], en su libro «La formación del pensamiento crítico: teoría y práctica» (2004), el mismo funciona de tres modos: como estrategia de pensamiento, como método de investigación y como proceso.

Asimismo, el pensamiento crítico implica una sensibilización para contrastar la realidad social, política, ética y personal. En cierto modo, representa un compromiso con «el otro» y la sociedad al adoptar una postura de acción transformadora a nivel individual y social (Lipman 1987).

Esta capacidad para poder analizar, entender, comparar, clasificar, sintetizar, resolver problemas, tomar de decisiones, formar conceptos, utilizar el pensamiento creativo, planificar y evaluar, entre otras cosas, son las que permiten ser más objetivos con la realidad y ordenar las prioridades dentro de proyectos.[5] [6]

Tal como expresa J. Albisua et al en el escrito “El Pensamiento Crítico desde la Perspectiva de los Docentes Universitarios”[7], la clave “no radica en tener la razón, sino en considerar todas las posibilidades y confiar en la razón más que en la emoción, evitando que nuestros prejuicios sesguen nuestras decisiones (Kurland 2005).”

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Referencias bibliograficas

[1] Armas, M. A., & Saavedra, M. M. (2007). Estilos de pensamiento, tipos de liderazgo y estilos educativos en docentes universitarios. Revista de Psicología (Trujillo), 9, 81-91.

[2] Martín García, Victor y Barrientos Bradasic, Oscar. (2009). “Los dominios del pensamiento crítico: una lectura desde la teoría de la educación”. Universidad de Salamanca, España.

[3]  Naessens, H. (2015). Comparación entre dos autores del pensamiento crítico: Jacques Boisvert y Richard Paul-Linda Elder.

[4] Boisvert, Jaques. (2004). La formación del pensamiento crítico: teoría y práctica. Ed: Fondo de la cultura económica. México.

[5] López Jara, D. C., Sánchez Perdomo, L. P., & Herrera Sánchez, S. (2018). Pensamiento crítico y habilidades cognitivas: un análisis documental en el contexto educativo latinoamericano.

[6] Artículo de revista. Universidad del País Vasco – “Pensamiento crítico: prácticas y empleo”.

[7] Bezanilla-Albisua, M. J., Poblete-Ruiz, M., Fernández-Nogueira, D., Arranz-Turnes, S., & Campo-Carrasco, L. (2018). El pensamiento crítico desde la perspectiva de los docentes universitarios. Estudios pedagógicos (Valdivia), 44(1), 89-113.