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Acercarse a la «neuroarquitectura»

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La historia de la «neuroarquitectura» se remonta a la década de 1950 con Jonas Salk, un virólogo en busca de la vacuna contra la polio que se enfrentó a desafíos significativos durante su proceso de investigación. Después de varios años de trabajo en su laboratorio, una sala cerrada y oscura, Salk se percató de que estaba bloqueado y decidió tomarse un descanso. En su búsqueda de algo que lo reconectara, el científico se refugió temporalmente en la Basílica de San Francisco de Asís en Italia, donde experimentó momentos de paz que le proporcionaron la claridad mental necesaria para desarrollar con éxito la vacuna.

Convencido profundamente de la influencia del entorno en el proceso creativo, Salk fundó en 1965, junto al arquitecto Louis Kahn, el Salk Institute for Biological Studies, ubicado en un barrio de California. Este centro se convirtió en el lugar donde se llevaron a cabo los primeros estudios científicos que demostraron la estrecha relación entre el espacio y la productividad, dando origen a lo que hoy conocemos como neuroarquitectura.

Años después, en 2003, el neurocientífico Fred Gage continuó este trabajo y fundó la Academy of Neuroscience for Architecture en San Diego (ANFA), aportando avances sobre cómo el entorno que habitamos tiene un impacto directo en el cerebro y nuestras emociones.

En cuanto a la definición, se puede decir que esta rama de la arquitectura se basa en medir y analizar las respuestas humanas al espacio arquitectónico, considerando factores como las formas, la vegetación, la distribución de mobiliario, el color de las paredes y la altura del techo, entre otros.

La clave de este tipo de trabajo radica en recolectar las respuestas fisiológicas involuntarias del sujeto dentro de un laboratorio. Para ello, se emplea la realidad virtual como un instrumento para visualizar y modificar espacios de manera controlada (variables) mientras que, para medir las respuestas del sujeto, se utilizan diversas herramientas, como la sudoración de la piel, el electroencefalograma (EEG), el electrocardiograma y el método eye tracking, entre otros.

Además, se utilizan métodos de la psicología tradicional, como focus groups y cuestionarios, lo que permite obtener información consciente y voluntaria de las personas participantes. De esta forma, la combinación de enfoques de neurociencia y psicología tradicional posibilita una comprensión integral de cómo el entorno arquitectónico afecta tanto a respuestas conscientes como inconscientes, brindando una perspectiva completa sobre el impacto del diseño espacial en el comportamiento y las emociones humanas.

Es importante destacar que para hablar de neuroarquitectura es necesario sí o sí aplicar herramientas de neurociencia en el proceso de investigación. Sino, se estaría hablando de otro tipo de aproximación, pero no de neuroarquitectura.

A continuación, os compartimos un enlace sobre un artículo que profundiza sobre este tema: «Espacio y cerebro: una aproximación a la neuroarquitectura y a la evidencia para un diseño responsable y consciente».

https://hospitecnia.com/arquitectura/diseno-y-reflexion/espacio-cerebro-aproximacion-neuroarquitectura-evidencia/